
La caída de Napoleón bajo los ejércitos ingleses (batalla de Waterloo) y de las monarquías absolutas continentales, creo las condiciones políticas para el restablecimiento del orden político, anterior a la revolución. Sin embargo no fueron las suficientemente sólidas pues, a los pocos años, otra gran serie de revoluciones (burguesas) demostrarían que el absolutismo ya era cosa del pasado.
La restauración o periodo de restablecimiento del absolutismo y del principio de equilibrio entre las grandes monarquías, se configuro mediante el congreso de Viena 1815, que devolvió el trono a los borbones en España, Francia y Nápoles, a los Habsburgo en los estados italianos; en Portugal al rey que Napoleón había destronado y el papado a pio VII. Asimismo, el congreso dispuso que los límites entre los estados fueran los de 1789, aunque Francia y otras regiones se vieran afectadas. Austria Prusia y Rusia se engrandecieron a expensas de pequeñas naciones. Inglaterra fiel a su política de dominio marítimo obtuvo numerosas y estratégicas posesiones.