En 1468 subió al trono de Castilla la reina Isabel que, al año siguiente, se casó con el príncipe Fernando, hijo y heredero del reino de Aragón. Con el tiempo se les recordaría a estos dos monarcas con el nombre de Reyes Católicos. El primer conflicto bélico en el que se ven involucrados es el provocado por la Guerra de Sucesión Castellana. Tuvieron que luchar contra Juana la Beltraneja para conseguir tener la Corona de Castilla bajo su poder.
Con su matrimonio se produjo la unidad de la mayor parte de la península ibérica. Sin embargo, por el momento sólo se produjo una unión personal ya que Castilla y Aragón conservaron cada uno sus propias leyes e instituciones.
Como el reino de Aragón tenía posesiones en el Mediterráneo, estas pasaron a la corona española, y por esta razón, a comienzos de la edad moderna aparece España con dominios en Italia.

Los Reyes Católicos lograron dominar a la nobleza rebelde y obtuvieron el apoyo de las ciudades, unidas en la Santa Hermandad, cuyas milicias se encargaron de mantener la paz y el orden. Con el fin de robustecer la unidad religiosa, los Reyes Católicos establecieron en todos sus reinos la Inquisición o Santo Oficio y decretaron la expulsión de los judíos y mudejares que se negaron a bautizarse y tomar la fe cristiana.
El fortalecimiento del poder interno permitió a los Reyes Católicos realizar una vigorosa política externa. Pudieron poner fin a la secular lucha de la Reconquista. En el año 1492 lograron conquistar el reino moro de Granada que fue incorporado a Castilla. Navarra quedó unida en 1515 a Aragón. Luego los Reyes Católicos extendieron su dominio aún más allá de la península. Esta expansión se desarrolló en una triple dirección: hacia Sicilia e Italia, hacia el norte de África y, a través del Atlántico, hacia las tierras americanas descubiertas por Colón.