El más grande de los pensadores fue Kung-fu-tseo Confucio que nació en el año 551 a.C, unos pocos años después de que en la India había nacido Buda.
Su padre, que era un magistrado en el ducado de Lu, murió cuando Confucio tenía tres años. El niño se crió en un medio de gran estrechez económica. Confucio ingresó al servicio público y llegó a ser inspector de los depósitos de trigo. Pero al producirse una revolución y al ser expulsado el príncipe legítimo, renunció a su cargo, ya que no quería servir a un gobierno ilegal. Empezó a enseñar y luego atrajo a numerosos alumnos.

Adquirió fama y fue recibido con grandes honores en las cortes de los príncipes. Hacia el año 500 el príncipe de Lu lo nombró Ministro de Obras Públicas y de Justicia. Desde su alto cargo reglamentó toda la vida pública y privada interviniendo aun en los más pequeños detalles. Mas sus intentos de robustecer la autoridad legítima del príncipe de Lu provocaron la resistencia de la nobleza. Confucio fue exiliado. Durante trece años recorrió la China central y enseñó sus doctrinas. Finalmente se le permitió regresar a Lu donde murió en el año 479 a.C.
Confucio no creó una nueva doctrina religiosa, sino que enseñó un sistema moral. Según el mismo Confucio, sus enseñanzas no eran una creación original, sino una renovación y profundización de las ideas que habían existido en China desde tiempos inmemoriales. Su pensamiento contiene un sistema de ética práctica que tiene por finalidad el bienestar del Estado y la felicidad del individuo. A diferencia de Buda,Confucio pensaba que el hombre, por naturaleza, era bueno y no malo y que podía hacer una vida feliz. No era necesario huir del mundo. Si el hombre pensaba y actuaba correctamente, la mayoría de los males de este mundo desaparecería. El hombre debía buscar su perfección y llevar una vida virtuosa.
El confucianismo se convirtió en la ideología dominante de la sociedad y fue erigido en doctrina oficial de la China imperial, siendo profesado por los emperadores, los nobles, los altos funcionarios y los letrados